Y EL GLC SE HIZO… COUPE

Mercedes ha sabido muy bien cómo responder a los constantes ataques de BMW en un segmento todavía por explorar, el de los SUV de corte coupé. Tras los X6 y X4, la firma de la estrella coge el mismo camino, a su particular manera, para ofrecer al público la posibilidad de disfrutar de dos coches en uno, un todocamino y un coupé, con las líneas que ahora caracterizan a los coupés de Mercedes y basándose en el completamente renovado GLC.

Saber atender a los gustos de tus clientes a futuro es complicado y, sin embargo, es el día a día de los fabricantes de vehículos. Por fortuna para Mercedes, no fueron ellos los que indagaron y giraron hacia un nuevo tipo de carrocería, teniendo un terreno mucho más llano y atractivo para lanzar el GLC Coupé, que no es otra cosa que el rival más duro que verá el BMW X4 en las calles.

La estrategia tiene todo el sentido, más cuando admiramos el resultado. Se trata de un GLC más deportivo y sofisticado, marcado por una caída de techo más suave que desemboca en un escueto tercer volumen, muy poco usual en este tipo de carrocerías. De este modo se reconoce como un Mercedes, pero recoge el testigo de los nuevos coupés de la marca alemana, unos pilotos traseros en disposición horizontal ya conocidos en modelos como el Clase S Coupé o el Clase C Coupé. Y sin irnos tan lejos, también en el GLE Coupé, situado en un peldaño superior a nuestro protagonista. El prácticamente inherente paquete deportivo AMG hace el resto si de deportividad estética hablamos.

No se trata, sin embargo, solo de estética, puesto que los cambios estructurales han modificado también el centro de gravedad, más bajo en esta ocasión, gracias también a un tren de rodaje deportivo que llega de serie, elemento opcional en el resto de GLC. La marca de la estrella ha buscado dinamizar el conjunto con todavía más ajustes en el chasis, como una dirección claramente más rápida y directa que el GLC, lo que determina el carácter más deportivo del modelo. Se acerca, por decirlo de alguna manera, al comportamiento del Clase C, y todo ello sin dejarse en el camino la característica comodidad que define a Mercedes.

El motor 220d que equipa la unidad que probamos es “perro viejo” en la oferta de la marca, un bloque diésel de 4 cilindros con 170 CV que, presumiblemente, pronto será sustituido por el nuevo 2.0 que estrenó el nuevo Clase E.

En todo caso, destaca e impacta por su eficiencia y rendimiento, moviendo el coche con soltura y arrojando unos consumos sorprendentes, que pueden moverse en el entorno de los 6,5 litros. Aunque en otras ocasiones el refinamiento ha sido objeto de crítica, el aislamiento del que presume el nuevo modelo deja atrás esta sensación, con apenas vibraciones en el habitáculo y una intrusión del ruido del motor que solo se percibe a altas vueltas.

MÁS ESTILO, MENOS ESPACIO

La nota negativa, volviéndonos a centrar en las diferencias con el GLC estándar, la pone el espacio disponible en el habitáculo, un detalle que a todas luces era de esperar. La caída más suave de la línea del techo reduce la altura disponible para las cabezas de los ocupantes traseros, lo que limita la comodidad de los pasajeros de mayor altura. No obstante, las piernas gozan de un hueco destacado. Tres pasajeros en la fila trasera serán multitud si son de gran tamaño, apelando a la “moda” de priorizar los asientos de los laterales. El asiento central carece de forma, es más duro y sufre de un túnel central bastante marcado.

En la parte delantera, piloto y acompañante disfrutan de dos grandes butacones que pueden contar con multitud de ajustes eléctricos si acudimos a la lista de opcionales, pero también lucirán bonitos con el catálogo de tapicerías que propone el fabricante. La calidad es precisamente uno de los pilares fundamentales en los que ha trabajado Mercedes, que ha diseñado un salpicadero de formas modernas y vanguardistas, destacando la pantalla central para el sistema multimedia, de mínimo 7 pulgadas pero sin control táctil. Para acceder a sus funciones, el ahora clásico mando situado en la consola central, que dispone de entrada táctil pero también de un control giratorio. Necesita del mismo periodo de aprendizaje que el selector del cambio, situado a la derecha tras el volante. Muy americano, aunque no por ello poco práctico. Pena, en la otra mano, primero que la pantalla digital del cuadro de mandos no distribuya mejor la información, y segundo que no haya unos huecos portaobjetos mejor pensados.

Por último, su maletero también se ve perjudicado, aunque partía de una buena base. Con unas formas muy cúbicas ofrece 500 litros justos, que son 50 menos que en el GLC, principalmente por una menor altura hasta el portón. Es fácil acceder gracias a que todos los GLC Coupé están dotados de serie con apertura eléctrica para el portón, un sistema que facilita las cosas, todavía más si optamos por el sistema de acceso sin llave, que mediante un gesto del pie abre automáticamente el portón cuando vamos cargados. Su capacidad máxima abatiendo los asientos de la fila trasera es de 1.400 litros.

La gama Mercedes GLC Coupé arranca en España de 52.000 euros, lo que supone una alternativa algo más cara que el GLC convencional, pero también que el BMW X4, su máximo rival. Las mecánicas disponibles oscilan entre los 170 y los 367 CV de potencia, y todos van asociados al sistema de tracción total 4MATIC y un cambio automático de 9 velocidades. ¿Tiene sentido? Ya lo creo, un dos en uno de manual, para aquél enamorado de los SUV que, en lo más profundo de su ser no quiere abandonar el buen gusto por los coupés.

 

© Jesús M. Izquierdo

® Jetxu